jueves, 27 de marzo de 2014

19.-PROPONER LA FE CRISTIANA... Como energía de vida

Me acerqué  al agua del manantial, pura y cristalina; percibí la sensación de estar en la fuente de la energía limpia y transparente de la vida.

 Me acerqué  al agua del gran mar y percibí la intensa sensación de estar en la fuente de la energía que mantiene la vida.

Me acerqué al agua del río y percibí la sensación de estar en la fuente del constante movimiento que da energía a la vida para avanzar hacia el encuentro con el mar.

Me acerqué a las aguas del lago y percibí la fuente de la energía que da serenidad a la vida, acariciando las aguas con la brisa del viento.

Me acerqué al agua de la sierra y percibí la sensación de estar en la fuente de la energía a los colores de la vida que hacen a la naturaleza más hermosa.

Me acerqué  al agua del pozo y percibí la sensación de descubrir la fuente que da energía en las profundidades que surgen de las entrañas de la tierra.

Me acerqué al agua de la jarra de la mesa y percibí que estaba allí la fuente de donde mana la energía que se comparte en la vida de familia.

Me acerqué al agua de la ducha y percibí la energía de la verdad en la fuente de la existencia al desnudo, descubriendo la energía que hace a cada persona muy grande, incluso en su fragilidad.

Me acerqué a una comunidad cristiana y descubrí que la fuente de la energía de la vida está en cada persona cuando se asocia a otras, como gotas de agua unidas a las demás en el mar de la divinidad, donde reside la plenitud de la vida.
Y, en el origen del manantial está Jesús, que es el agua viva que calma la sed.
Por su evangelio corren ríos de amor que van a desembocar al mar de la solidaridad en constante camino hacia la eternidad como plenitud de la vida.

¿Desde dónde te situas?

            

            Hasta la próxima semana,


Tino Escribano Ruiz

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domingo, 23 de marzo de 2014

18.-PROPONER LA FE CRISTIANA… con ojos que ven la realidad.

Mis ojos veían el progreso, pero estaban cerrados para ver la contaminación que hay en el planeta; gracias a Green Peace se abrieron y se impregnaron de visión ecologista.

Mis ojos veían la abundancia, pero estaban cerrados para ver el hambre; gracias a Manos Unidas se abrieron y se impregnaron de visión solidaria.

Mis ojos veían  la luz de lo blanco, pero estaban cerrados para ver cómo se aparta la luz de los negros; gracias a Mandela se abrieron y se impregnaron de una visión integradora, antirracista y pacifista.

Mis ojos veían la productividad, pero estaban cerrados para ver la explotación laboral; gracias a los movimientos obreros se abrieron y se impregnaron de visión reivindicativa por la justicia.

Mis ojos veían la ternura de un niño, pero estaban cerrados para ver la esclavitud infantil; gracias a Unicef se abrieron y se impregnaron de visión jurídica para defender los derechos de la infancia.

Mis ojos veían la belleza femenina, pero estaban cerrados para ver la marginación de la mujer degradada; gracias a la niña Malala se abrieron y se impregnaron de visión igualitaria para dar cultura que dignifica a la mujer lo mismo que al varón.

Mis ojos veían las grandes aglomeraciones de gente, pero estaban cerrados para ver la soledad que hay en el planeta; gracias a las iniciativas del voluntariado, se abrieron y se impregnaron de visión  acogedora de amistad.

Mis ojos me guiaron a ver una comunidad cristiana donde encontré juntas todas las miradas con los ojos fijos en un mismo horizonte ante una realidad social en constante transformación. La persona de Jesús abre los ojos de todas las cegueras mentales, haciendo que se unan pensamiento y acción para hacer realidad el proyecto de una nueva humanidad.
El evangelio perfila la hoja de ruta, porque su mirada es como la de los ojos abiertos a la realidad y a intervenir en ella para que sea de justicia y amor.

¿Desde dónde te sitúas?

           Puedes enviar tus reflexiones a esta dirección: florentinoescribano@yahoo.es

                                                           Hasta la próxima semana.


                                                            Tino Escribano Ruiz

viernes, 14 de marzo de 2014

17.-PROPONER LA FE… con estilo de fiesta

Me invitaron a una fiesta de amigos y sentí una gran alegría porque alguien había pensado en mí.

Me invitaron a una fiesta de cumpleaños y sentí que la amistad se enriquecía con una compañía vital.

Me invitaron a una fiesta de bodas donde abunda la hermandad  disfrutando unos con otros, venciendo a la soledad.

 Me invitaron a una fiesta callejera, sin prisas por acabar, disfrutando del saludo de todos y abandonando la frialdad.

Me invitaron a una fiesta que se tenía en un bar y todo acabó muy bien porque también allí  resplandece el perdón y la amistad.

Me invitaron a una fiesta de gente muy singular, y comprobé que la tolerancia alegra la vida cuando se lleva espíritu de bondad; vivir esta fiesta es un lujo que nadie puede comprar.

Me invitaron a una fiesta muy familiar y me situé entre ellos como uno más, pues la familia es muy sagrada y, cuando está de fiesta, lo es más.

En todas las fiestas que viví, se reía y se cantaba, se hablaba y se compartía, y también se disfrutaba. La gente se daba abrazos, y palmadas en la espalda. Nadie era más que nadie y entre todos se ayudaban.

Entré en la comunidad cristiana y encontré personas que viven en constante estado de fiesta, pues celebran la vida con  profundidad, como les enseñó Jesús, que es el que invita a su fiesta.                                                                                                                                                                                                                                                                                              El menú está escrito en el Evangelio que siempre ofrece los mejores sabores para el paladar; los comensales pueden cambiar, si los que están invitados, no acuden. Cuando termine esta fiesta, otra nueva empezará, hasta que llegue la definitiva con el Padre celestial.

¿Desde dónde te sitúas?

Puedes enviar tus reflexiones a esta dirección:

                                       Hasta la próxima semana.
                                                                                                 

Tino Escribano Ruiz

viernes, 7 de marzo de 2014

16.-PROPONER LA FE CRISTIANA… Admirando la belleza…



Observé la luminosidad de las vidrieras de la catedral de León, y admirado por su belleza me  puse a buscar el origen de esa luz repleta de matices de colores.



Observé las torres afiladas de la catedral de Burgos, y, admirado por la belleza de su finura y esbeltez que toca las nubes, me puse a buscar las metas que tocan el cielo.



Observé las filas de piedras y los arcos del acueducto de Segovia, y, admirado por su belleza armoniosa, me puse buscar lo que parece imposible en la líneas del horizonte donde las paralelas puedan algún día encontrarse.



Observé la geometría perfecta de las pirámides de Keops, Kefren y Micerinos de Egipto, y, admirado por su belleza me puse a buscar el origen de la sabiduría en los teoremas matemáticos.



Observé la robustez de las murallas de Ávila, y, admirado por su belleza me puse a buscar el origen de la máxima fortaleza que me pusiera a salvo de todos los peligros.



Observé la majestuosa cúpula de Miguel Ángel en Roma, y, admirado por su belleza me puse a buscar el origen del camino para llegar al pórtico de la gloria.



 Observé la ordenada estructura de la torre Eiffel de París,y, admirado por su belleza me puse a buscar el origen de la plataforma para conectar con la piedra filosofal.



 Observé a una comunidad cristiana y en ella descubrí el origen de toda la belleza en  las personas que construyen un edificio para toda la humanidad.  Cada persona es una piedra viva que se une a otras piedras para hacer posible la presencia de Jesús, que es la máxima belleza y la plena sabiduría del edificio perfectamente logrado. El evangelio recoge con precisión, los planos que guían la construcción de esta obra inacabada.



¿Desde dónde te sitúas?



Puedes enviar tus reflexiones a esta dirección:  






¡Hasta la próxima semana!



Tino Escribano Ruiz